Que la muerte del Gallo, de Joaquín, de Angélica … (audio no legible) el Cacahuatito, Mario y de tantos y tantos conocidos para nosotros, la muerte de Paul, la muerte de Pedro, nos mantengan indignados, en una indignación cristiana, en la cual rompamos con nuestra pasividad, rompamos con estar dormidos en nuestros laureles, mientras la muerte, mientras la violencia sigue haciendo llorar a muchas familias, a las familias de los desaparecidos a lo largo y ancho de nuestro estado de Chihuahua, también mantenga en nosotros este estado de indignación y de no poder estar en paz y de no poder estar conformes cuando a alguien se le priva de la vida.
Que esta eucaristía, este homenaje a nuestros hermanos, sea para nosotros un momento en que podamos despertar y podamos decir: “esto no está bien”. Y que como cristianos, que como católicos, nos comprometamos a trabajar por la paz y a trabajar como sociedad y como Iglesia en la reconstrucción del tejido social.
No podemos tolerar ni una muerte más, no podemos aceptar ni un desaparecido más. Que el Gallo, que Joaquín, que Pedro y Paul nos mantengan siempre indignados a favor de la vida, a favor de la dignidad de la vida.
El año pasado en nuestra reunión de la Asamblea Diocesana, en Sisoguichi, platicábamos en la vicaría occidente, de que como vicaría occidente necesitábamos apropiarnos del modo de ser, de trabajar y de vivir de Joaquín, elegíamos esa espiritualidad, el silencio, el no protagonismo, la discreción, pero el mucho amor a los pobres, el mucho hacer por el necesitado, el mucho sostener al débil. Y hoy, también al aniversario de su muerte, le pido mucho al padre Joaquín que nos ayude a todos a ser como él, en esa discreción, en esa paz, pero en ese volcán que llevaba por dentro en su trabajo y en su día a día.
Hoy en la mañana, a la salida de Cd. Cuauhtémoc, tuve el honor y privilegio de que me acompañara en este viaje la Sra. Gaudelia, mamá de Paul. Ha sido una experiencia estremecedora, venir compartiendo con ella esos momentos que vivió hace un año. Fue estremecedor, llegar a la casa de Paul y verla aun en ruinas, ver aun el humo de las llamas con que encendieron su casa, ver las lágrimas de su madre y ver que esa casa es un monumento a la impunidad, a la injusticia. Y pasó un año y la casa está igual, ya pasó un año y su mamá sigue con ese dolor. Que Paul desde el cielo bendiga a su mamá, bendiga a su hijo y que desde el cielo provoque en nosotros mecanismos de ayuda y solidaridad, de que no nos sintamos solos, de que no nos sintamos abandonados sino que como comunidades podamos restaurar, podamos reconstruirnos, podamos vivir la resurrección desde este momento.
Quisiera poner un audio que el Gallo me mandó el 5 de junio de 2021, en la masacre de Chínipas, no sé si lo vayan a oír o si lo vayan a percibir, voy a tratar de que sí lo escuchen porque describe mucho lo que fue el Gallo para nosotros, nuestro hermano, nuestro padre, nuestro defensor, nuestro ángel. Porque el Gallo era el jesuita más diocesano de nuestra diócesis. El Gallo que siempre supo estar con nosotros animándonos:
(Audio): “Buenos días, quiero comunicarme contigo para decirte que los jesuitas de la sierra Tarahumara estamos contigo y te felicitamos por tu gran ayuda de pastor que estas realizando en acompañar al pueblo … (audio no legible) Felicidades, que sigas siendo un buen pastor”
Ese era el Gallo para mí, el que siempre me animaba e impulsaba y yo le echo la culpa a ellos dos de que me hayan nombrado obispo, les pido mucho su ayuda y siempre que ando con las pilas bajas pongo este audio y me anima para el episcopado.
Gracias Gallo, gracias Joaquín, gracias Paul, gracias Pedro.