Mensaje por el primer aniversario de la muerte de Joaquín y Javier

20 de junio de 2023

José Francisco Méndez Alcaraz, S.J.

 

Buenas tardes, reciban un cordial saludo de parte del P. Provincial Luis Gerardo Moro Madrid, quien se encuentra, en una reunión de Provinciales de América Latina y el Caribe con el Padre General Arturo Sosa.

 

En estos días y a lo largo y ancho del país, hemos estado haciendo memoria de lo ocurrido hace un año, en este templo de San Francisco Javier y en este pueblo de Cerocahui, el homicidio de dos jesuitas (Joaquín Mora y Javier Campos) y de dos laicos (Pedro Palma y Paul Berrelleza) y, al mismo tiempo, unidos en oración con todas las familias que tienen seres queridos desaparecidos.

 

Este año transcurrido ha sido un tiempo de dolor, de lucha por conseguir justicia, de impotencia frente a la incapacidad de los gobiernos por generar un diálogo abierto que ayude a construir vías que posibiliten la seguridad real en las diferentes regiones del país; al mismo tiempo, de agradecimiento por tantas muestras de solidaridad – para con la Compañía de Jesús, la Diócesis de Tarahumara y la Iglesia Mexicana –, de aprendizajes y de esperanza.

 

Hacer memoria es trascendental porque nos ayuda a dar cuenta de lo vivido, de lo experimentado y nos explica el para qué y las posibilidades que abre hacia adelante. En contraparte de “hacer memoria” está “olvidar”. Cuando olvidamos algo, una tradición, un relato, una experiencia, es como si borráramos parte de nuestra identidad; es dejar de ser algo de lo que somos, pues se pierden las raíces y sin raíces no se crece, se pierde la esperanza, se muere.

 

Hacer memoria nos ayuda a recuperar el legado, el mensaje heredado que nos dejaron Javier y Joaquín, quienes son semilla de paz; sabemos que cada persona que se encuentra en este recinto y otras muchas, tenemos un recuerdo, una experiencia única, con Joaquín o con Javier. Como jesuitas y sacerdotes, a través de sus palabras y acciones nos compartieron quiénes eran y quién es Dios para ellos; por eso, sus dichos y hechos nos remitieron a Dios Padre-Madre, a Dios todo amor, todo compasión y para quien su mayor deseo es que toda persona y toda creatura pueda llegar a ser aquello para lo que somos creados, que seamos capaces de construir un mundo donde reine la paz, con justicia y dignidad.

 

Hacer memoria de lo ocurrido hace un año, nos lleva a mirar una realidad dolorosa a nivel nacional, una situación de violencia generalizada que afecta a gran parte de las familias: recordamos que son ya son más de 111 mil personas desaparecidas en el país y que los homicidios siguen en aumento.

 

Hacer memoria es buscar la justicia. Y la justicia cristiana nunca será la venganza, por eso, cuando en marzo fue encontrado asesinado el victimario de mis hermanos, lamentamos profundamente el hecho y públicamente comunicamos que eso no era justicia y, tampoco, una solución al problema estructural de violencia en la sierra Tarahumara. “Justicia -como escribió el P. Provincial en un artículo de opinión – hubiese sido que lo detuvieran y pusieran a disposición de las autoridades. Justicia sería que acabaran los “negocios” de las economías criminales. Justicia sería que ya no corra más sangre en la Sierra Tarahumara y que las personas y pueblos dejen de tener miedo. Justicia sería que se alcance la tan añorada paz.”

 

Hacer memoria es reconstruir el tejido social. El miedo que impera en el territorio nacional a causa de los grupos criminales nos está llevando a encerrarnos, a recluirnos en nuestras casas y familias, a romper o a no iniciar relaciones con los propios vecinos, esto genera un ambiente mayor de inseguridad y lecturas muchas veces equivocadas. Necesitamos reconstruir la confianza, recuperar lo que nos hace humanos, solidarios, el contacto y el diálogo con las otras personas.

 

Hacer memoria es abrirnos al diálogo. Desafortunadamente estamos pasando por una crisis nacional de descrédito y polarización que lejos de construir destruye. México, necesita hoy, más que nunca, de la apertura a otras ideas, es urgente un diálogo nacional que genere posibilidades de paz. Hoy por hoy, es imperativo que las instituciones y pueblos nos abramos a escuchar a otras personas e instituciones, a descubrir en sus ideas alguna novedad creadora de paz. Mientras nos encerremos en nuestras ideas y opiniones seguiremos en una espiral descendente, que nos irá llevando, cada vez más, a la descomposición social.

 

Hacer memoria es esperanzador. La muerte de nuestros hermanos Javier y Joaquín está posibilitando un trabajo conjunto dentro de la Iglesia y abierto a otras Iglesias, Instituciones y personas de buena voluntad interesadas en bien de nuestro país. Un poco después de los hechos ocurridos en este Templo, la Conferencia Episcopal Mexicana y la Conferencia de Superiores Mayores de México junto con nosotros (jesuitas) empezamos a trabajar en coordinación bajo el deseo de aportar en la Construcción de un México como Dios desea, un México que, como lo dijo el Papa Francisco en su visita a México, sea una familia reunida bajo la Madre de México, nuestra Señora de Guadalupe.

 

Como Compañía de Jesús en México, hemos apostado por un diálogo plural e incluyente con diferentes actores sociales para construir respuestas. La complejidad de la violencia requiere de la participación de todos los sectores en una reflexión que permita emprender un camino para crear condiciones de paz.