Homilía a 8 meses de Cerocahui

20 de febrero de 2023

La fuerza de Dios tiene que ver con la palabra y la práctica, desde un principio Él era la palabra, y la palabra se hizo carne, ahí está la acción. Esa fuerza logra transformar el mundo por una palabra viva y el movimiento constante. La palabra y el movimiento nos armonizan, nos hacen crecer y vincularnos con todo lo creado.

 

Pero también hay otra fuerza que destruye, que seduce corazones para callar y para inmovilizarnos, son los espíritus mudos y sordos, que en lugar de hablar echan espuma y en lugar de moverse se quedan rígidos. Esa fuerza del mal hace que la persona disminuya, pierda la armonía y se destruya.

 

Ahí Jesús se muestra con autoridad ordenando que salga de ese muchacho, lo hace sintiéndose unido con todo lo creado desde la oración, así logra expulsar al espíritu mudo y sordo, y que la persona víctima de él, logre recuperar la palabra y el movimiento que generan armonía.

 

Los desafíos del país necesitan de personas capaces de dialogar y realizar cosas juntos; entre más desafíos más la necesidad de dialogar; entre más desafíos más la necesidad de moverse. Vivir como mudos o sordos nos lleva a la destrucción. Necesitamos encontrarnos, poner los intereses comunes por encima de los intereses individuales, aislados no podremos responder a estos desafíos.

 

Hoy recordamos los ocho meses de nuestros hermanos jesuitas asesinados en Cerocahui, su muerte es sólo un ejemplo de la sociedad de mudos y sordos que hemos creado, los intereses personales no permiten dialogar y construir caminos de paz, la realidad es tan compleja que sólo desde la fuerza de Dios, que es la palabra y el movimiento, podremos encontrar salidas.

 

Estas lecturas abonan a construir el diálogo que necesitamos para salir adelante en este drama violencias, secuestros y asesinatos, nadie podrá resolver el problema solo, se necesita expulsar esos demonios que nos tienen mudos y sordos, para dejarnos llevar por la fuerza de la palabra y el movimiento.

 

En nuestros hermanos indígenas de la sierra tarahumara tenemos un ejemplo de cómo el movimiento armoniza, sus danzas son ejemplo de construcción de comunidad, de resignificar el dolor y el sufrimiento, de crear esperanza y trabajar por la justicia.

 

A ocho meses agradecemos la gestión del Centro de Derechos humanos Miguel Agustín Pro, COSYDDHAC y CEDEHM para el otorgamiento de las medidas cautelares por parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, agradecemos los esfuerzos de las autoridades estatales y federales para que el asesinato de nuestros hermanos no quede impune, y seguimos pidiendo una presencia estratégica  de las fuerzas de seguridad en el municipio de Urique, pues vemos signos de descomposición social que nos preocupan, como fue el asesinato del presidente seccional de Cerocahui.

 

Que la sangre de nuestros hermanos sea semillas de paz y justicia en nuestro país.