Buenas tardes a todos, a todas ustedes. Agradezco la presencia en esta Eucaristía de mis hermanos sacerdotes. El señor arzobispo Constancio. De mis hermanos jesuitas. Gracias a todas y a todos ustedes aquí presentes. Agradezco también a las personas que nos siguen a través de las redes sociales. Hoy especialmente, saludo y le doy mi pésame a las familias del Padre Joaquín, de Javier y de nuestro hermano Pedro. Sepan que no hemos dejado de pedir por ustedes, que cuentan con nuestro apoyo y afecto sincero.
En este primer momento quiero dar a conocer un mensaje que nos mandan de la Conferencia de Provinciales de América Latina.
Conferencia de Provinciales en América Latina y el Caribe. Lima, a 25 de junio de 2022.
Queridos amigos y amigas de la Comunidad de Cerocahui, jesuitas de la provincia mexicana, familiares de Joaquín y de Javier, Esteban y Jesús, compañeros de la Tarahumara.
Un abrazo fraterno. Hemos estado muy cerca de ustedes en oración, en la indignación, en el dolor y en la espera. La sangre derramada de Javier y de Joaquín como señal de su decisión de defender la vida de todos y de todo, nos interpela y nos alimenta. Resucitados con Cristo, asesinados en la cruz, hoy son luz para nosotros en nombre de todos y cada uno de los jesuitas de América Latina y en nombre de todas las compañeras y compañeros de este Cuerpo Apostólico les saludamos con un beso de paz. Pedimos para que la sangre de nuestros hermanos sea semilla de justicia y libertad y ofrecemos toda nuestra solidaridad y compromiso para que la reconciliación y la justicia sean una realidad en México y en todas nuestras tierras.
Atentamente Roberto Jaramillo Bernal,
presidente de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y el Caribe.
El pasado miércoles 22, en la madrugada, me tocó junto con el director del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro ir a reconocer los cuerpos de mis hermanos jesuitas entre el dolor, el desconcierto y la rabia ante tal evento, también noté que aparecía un sentimiento de profundo agradecimiento por la vida de mis hermanos. Pude constatar el regalo que Dios les tenía reservado a Javier y a Joaquín, a quienes meses atrás había ido a visitar a Cerocahui. En aquella ocasión, Javier «Gallo» me dijo: «Gerardo, esta es mi vida de aquí. Yo quiero salir solo en un ataúd.» Joaquín me dijo: «Provincial, aquí quiero morir». Dios les concedió el regalo y jueves tuve la oportunidad de estar en Cerocahui y encontrarme con mis hermanos jesuitas que vieron y vivieron lo sucedido. Hablé con las religiosas, quienes meses atrás habían sido amenazadas.
Pude constatar el amor de un pueblo por sus sacerdotes en el dolor de lo que significa perder a sus pastores y la súplica de quien te dice no podemos dejar al pueblo, no nos dejen.
Javier, Joaquín, Pedro. Ustedes han hecho lo que nadie había podido. Lograron que el mundo se enterara de Cerocahui. Hicieron que los ojos de millones de personas, por todo el mundo miraran hacia la Tarahumara. Hermoso lugar lleno de contrastes. Es como un paraíso que se ha ido corrompiendo por la pobreza, la injusticia, la violencia, el hambre, la falta de recursos médicos, de apoyo educativo.
Hoy, con la muerte de nuestros tres hermanos, con la recuperación de sus cuerpos y con la promesa del gobierno estatal en la próxima y pronta detención del sospechoso, nos damos cuenta de que no es suficiente. No es suficiente. La realidad de violencia no se va a resolver sólo capturando a un cabecilla de un grupo delictivo. Necesitamos cambiar nuestra cultura de violencia por una cultura de reconciliación y amor, como nos lo enseñó el Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo.
No podemos ni queremos quedarnos satisfechos. Si en 72 horas se lograron recuperar los cuerpos de dos personas, de dos sacerdotes y un laico y avanzar en las averiguaciones. ¿Por qué no hacer esto con tantos y tantos casos impunes? Ya no nos basta, ya no es suficiente. Imploro a Dios que no olvidemos esto que nos sucedió. Que nos dé la gracia de la memoria histórica.
Ya no podemos olvidar que en México llegamos entre 1964 y 2022 a 100,000 personas desaparecidas. Que hasta ahora llevamos 122.000 asesinatos. Que existe un mayor control territorial por parte del crimen organizado. Y eso, todos y todas lo sabemos. Que crece el consumo y venta de droga en todos los lugares del país y que la violencia se ha convertido en un modo de resolver los conflictos, una manifestación de poder y una práctica cotidiana. Sobre todo, no podemos olvidar que hay también la mercantilización de lo político que atrae cada vez más a las economías ilegales. Esto no es política, esto es nuestra realidad. San Ignacio de Loyola nos dijo que en el amor se debe poner más en las obras que en las palabras. Por ello, hoy la Compañía de Jesús refrenda y se compromete a seguir apoyando en los lugares más recónditos del país.
Que sepan que no nos vamos a ir de la Sierra Tarahumara, que queremos estar con nuestros pueblos indígenas, pero también que todas las personas, toda la sociedad, los gobiernos, empresarios, iglesia, tenemos una responsabilidad moral ante tantos asesinatos y personas desaparecidas y que necesitamos ya hacer algo. La sangre de Pedro, Javier y Joaquín se unen al río de sangre que corre por nuestro país. Exigimos que las autoridades cumplan con su vocación y deber.
Hemos recibido muchos signos de solidaridad nacionales e internacionales y muchas muestras de indignación que nos hacen sentir el llamado de Dios a responder sabiamente a esta situación. Los obispos han llamado a un diálogo nacional y queremos secundar esta iniciativa. Hacemos un llamado, pues, a la Sociedad de Autoridades a ya no agudizar la polarización del país.
Necesitamos construir puentes para encontrar caminos de paz. Queremos trabajar con todos y todas para crear esas condiciones de paz que tanto necesitamos. Javier, Joaquín, Pedro eran hombres de trabajo, sencillos, incluyentes, cada uno con su vocación. Los dos jesuitas enamorados de los pueblos indígenas. México hoy necesita la justicia y la reconciliación. Le pedimos a Dios desde este lugar sagrado y con los cuerpos de nuestros dos hermanos, que la verdadera justicia nos lleve a una transformación institucional que haga posible la paz en los territorios que comiencen a construirse todos estos puentes a través de la verdadera escucha.
Necesitamos escucharnos. Necesitamos escuchar la sabiduría de los pueblos indígenas, la fuerza de las familias víctimas de la violencia, de hombres y mujeres honestos, honestas. De todas las organizaciones civiles que buscan el bien común. La Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús se encuentra discerniendo las acciones públicas a seguir en la exigencia de justicia por el asesinato de nuestros hermanos y en el impulso de las políticas de paz que México demanda.
Urge, pues, buscar la reconciliación, construir espacios de diálogo desde lo local y lo nacional. La situación de violencia que hoy vive nuestro país necesita de todos, de todas. No existe un único responsable. Todos tenemos una responsabilidad en esta tragedia nacional.
En memoria de Pedro, Javier y Joaquín y de tantas víctimas de la violencia, hoy decimos al pueblo de México como Iglesia queremos trabajar por la paz y necesitamos de ustedes.
Muchas gracias.
—P. Luis Gerardo Moro Madrid, S.J.